Principal

Mision

Contenidos

Noticias

Quiénes somos

Enlaces

Foro

Peace from Harmony
François Houtart. RIO +20 Y EL BIEN COMUN DE LA HUMANIDAD

RIO +20 Y EL BIEN COMUN DE LA HUMANIDAD

 

François Houtart*

 

Cuando 193 países son representados, 120 jefes de Estado presentes y 17.000 delegados reunidos, no se trata de cualquier evento. Cuando en paralelo se organiza una Cumbre de los Pueblos con 755 seminarios y presencia de 300.000 personas, no se trata de un banal encuentro. La reunión en el mismo lugar de alcaldes de 58 de las mayores ciudades del mundo, decidiendo de reducir de 1,3 billones de toneladas la emisión de C02 para 2030, no era una señal insignificante. Símbolo parlante: durante 10 días, el Cristo del Corcovado fue iluminado de verde. De verdad el desafío era la supervivencia del planeta y en consecuencia de la humanidad.

La Conferencia de las Naciones Unidas en Estocolmo en 1972 había iniciado el proceso que se prolongo en Río de Janeiro, 1992. El Brasil tomó la iniciativa de promover Río +20, en 2012.Era claro que, frente a la gravedad de la situación se debía acelerar un proceso que necesariamente será de largo plazo. Los países pobres se mostraron los más concernidos, pidiendo compromisos colectivos precisos. Al contrario, los Estados Unidos de América pensaban que cada país tenía que tomar sus propias iniciativas. Dos temas mayores fueron abordados: la economía verde y el papel de las Naciones Unidas.

Para el primer punto, la economía verde, se trataba de incluir dentro de la lógica del mercado, el problema de la naturaleza. En efecto, su destrucción no puede ser más, considerada como solamente una “externalidad”, es decir un hecho externo al cálculo del mercado, porque empieza a afectar las tasas de ganancias y así la acumulación del capital. Su “reinserción” se traducirá por tasas y por la atribución de precios a los elementos y procesos de la naturaleza, como la bio-masa, la biodiversidad, las funciones naturales (polinización, absorción del CO2, etc.)[1]. Ya Kioto había empezado el proceso con el mercado del CO2.

Sin embargo, el pensamiento de la lógica capitalista va más allá. Según Víctor Álvarez, economista venezolano, “Con la ‘economía verde’, se buscan reorientar las inversiones financieras hacia el ‘capital natural’, pero en esencia se trata de una nueva forma de reactivar y ampliar los mercados especulativos de servicios ambientales que se inauguraron con los certificados de carbono”[2]. En otras palabras la economía verde significa la mercantilización de la naturaleza, esperando por este proceso contribuir a un menor despilfarro.

El segundo tema fue el papel de las Naciones Unidas y en particular del PNUMA, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, que se esperaba transformar en una agencia de la o­nU a la par de la FAO o de la UNESCO.

El documento final “El futuro que queremos”, que reconoce la gravedad de la situación ambiental, no incluye ningún compromiso colectivo, en parte tomando como argumento la crisis que afecta en particular a los países ricos. El “consenso”, típico de estas asambleas, fue la organización de un grupo de 30 expertos encargados de estudiar los requisitos de un “desarrollo sostenible” y de presentar un informe para 2014. Por otra parte, el PNUMA no recibió el estatuto de agencia de las Naciones Unidas, pero ha visto sus tareas y sus medios extendidos. A nombre de 1000 organizaciones ambientales, el portavoz de la “sociedad civil” en el seno de la Asamblea de la o­nU, pidió el retiro de la frase “con plena participación de la sociedad civil”, expresando así una profunda decepción.

Desde Rio 1972, la situación empeoro considerablemente: grandes pérdidas de biodiversidad, contaminaciónde suelos y aguas, catástrofes naturales, inseguridad alimentaria, aumento de los precios, millones de víctimas humanas. Los discursos oficiales reconocieron el hecho, aún si varios expresaban un optimismo tecnológico bastante irrealista. Los países del Sur (el grupo de los 77 –ahora más de 120 - + China) manifestaron la necesidad de una acción inmediata, y fueron muy severos frente a los países industrializados que son los mayores contaminantes de los ecosistemas. Pidieron la constitución de un Fondo Global de 30 mil millones de dólares para la protección del planeta, lo que fue rechazado.

Pero la distancia entre los discursos y las prácticas de los Estados es abisal. En los países del Centro del capitalismo, la resistencia del “mercado” y la fuerza de los lobbies, lleva a la mercantilización de la naturaleza, llamada “capitalismo verde”. Como los remedios a la crisis financiera dentro de la lógica del mercado terminan empeorando el problema, lo mismo pasa con las soluciones “market friendly” de la destrucción ecológica. La bolsa de carbono de Londres, por ejemplo, desemboca sobre la especulación y sube y baja en función de los intereses del mercado, sin hablar de los numerosos abusos que se cometen.

Los países emergentes siguen con el mismo modelo de desarrollo que obliga a ignorar las externalidades. China y el Vietnam tienen planes de crecimiento profundamente destructores de los eco-sistemas. Sus emisiones de CO2 aumentan fuertemente, aún si proporcionalmente están lejos del grado de emisión de los países de la Triada (Estados-Unidos, Europa, Japón). Piensan que no se puede hacer de otra manera para desarrollar las fuerzas productivas y que una etapa verde seguirá. El problema es que los daños al planeta no se calculan en proporciones, sino en cifras reales.

El Brasil, anfitrión de la conferencia, que jugó un papel central en la llegada a un consenso mínimo, evitando así un fracaso público internacional, insistió mucho sobre la responsabilidad colectiva de las naciones. Pero, al mismo tiempo se preparaba en el Parlamento, una ley forestal, del agrado de los terratenientes y de las empresas agrícolas nacionales e internacionales, que tendrá efectos negativos para la selva amazónica. Los monocultivos de soja siguen penetrando esta última de manera agresiva; se extiende la caña de azúcar para producir etanol, a pesar de las consecuencias: extensión de la frontera agrícola, destrucción de los suelos, condiciones negativas de trabajo y de salud para los trabajadores; las plantaciones de eucaliptus se multiplican en los estados de Rio Grande do Sul y de Minais Gerais; se prevén más de 1000 represas nuevas para hidroelectricidad, en zonas de alta biodiversidad y de poblaciones indígenas. Según el periódico Brasil do Fato, el país s el mayor consumidor mundial de agrotóxicos, con el 20 % de todos los venenos agrícolas del planeta.[3] Se aprobó en 2012, una ayuda estatal a la industria automóvil, a causa de la crisis. Todo eso revela poca coherencia entre las palabras y los hechos.

Países del Sur, que tienen un discurso muy radical sobre la relación con la naturaleza no son indemnes de contradicciones. Bolivia, sede en 2010 de la Cumbre sobre el clima y que ha introducido de manera impresionante el tema de la defensa de la pacha-mama, fue también muy activo en Rio. Pero, al mismo tiempo, su gobierno promueve la construcción de la carretera a través del TIPNIS (Parque Nacional Isiboro Secure, zona de alta biodiversidad) provocando no solamente las reacciones de los indígenas amazónicos, sino olvidando su responsabilidad global frente a la protección de los pocos lugares de los cuales dispone el planeta para su respiración. El Ecuador, autor de la propuesta revolucionaria de no explotar el petróleo del parque Yasuni, si la solidaridad internacional funciona, sigue promoviendo grandes proyectos mineros a cielo abierto, monocultivos de palma y de caña para agro-combustibles, con sus consecuencias ecológicas graves e irreversibles.

Muchos ejemplos similares podrían ser dados en todos los continentes. Es un hecho que los gobiernos son orientados por lógicas a corto plazo. Es bien difícil defender orientaciones a medio y largo plazo, cuando uno debe responder a demandas inmediatas y que elecciones se realizan cada cuatro años. Es lo que el vice-presidente de Bolivia, Alvaro Garcia Linares indico en un trabajo sobre las tensiones de un proyecto revolucionario. Eso indica el papel esencial de los movimientos sociales, que pueden pensar a más largo plazo, a condición de no perderse en los procesos electorales, sin perder por lo tanto su responsabilidad política.

En la Cumbre de los Pueblos las informaciones sobre las situaciones reales eran abundantes y alarmantes. Al mismo tiempo revelaban el compromiso de miles de movimientos y organizaciones en los varios sectores de la defensa del ecosistema. También se notaba la extensión de la preocupación del planeta al nivel mundial. Evidentemente muchas informaciones y acciones eran locales, a menudo sin muchas interacciones entre ellas mismas. En este sentido eran en general aceptables por el sistema, porque de pequeña dimensión y sin gran incidencia económica y política. Otras tenían una dimensión importante, nacional o internacional, pero tan segmentada en su perspectiva, que podía perfectamente coexistir con la hegemonía del mercado al nivel macroeconómico.

El gran paso que se hizo en la Cumbre de Rio, fue al nivel de la consciencia del problema. No solamente movimientos como el de los indígenas del Continente Americano[4], sino también la mayoría de los Movimientos ambientales presentes, llegaron a la conclusión que la causa fundamental del desorden ecológico era la lógica del capitalismo. De hecho, el análisis de los varios casos mostraba como la explotación de la naturaleza, en tanto que recurso para alimentar la ganancia y finalmente la acumulación del capital, entraba en contradicción con el respecto de la tierra como fuente de toda vida. Se presento la Declaración mexicanade la Cumbre de los Pueblos contra el G20 que dice que la causa es: “el afán desmedido de ganancia, esencia del capitalismo, que en sus últimas décadas se ha tornado especulador, salvaje, depredador y antidemocrático.”[5] La oposición a una “economía verde”, basada únicamente sobre la lógica del mercado, era general. Por otra parte se decidió la constitución de un órgano de enlace permanente entre los movimientos ambientales, obreros, campesinos, femeninos, indígenas presentes para organizar acciones comunes. Es el principio de una acumulación de fuerzas para actuar al nivel mundial.

Un ejemplo concreto es el problema del agua. Hubo una tienda llamada azul en el lugar de la Cumbre, donde durante una semana se organizaron conferencias y seminarios sobre este tema. Decenas de especialistas del mundo entero pasaron por allá. Hubo películas y informes técnicos. Se trato de todos los aspectos del problema hídrico contemporáneo.

Los océanos fueron uno de los asuntos tratados. Ellos son más importantes que las selvas para el equilibrio térmico del planeta. La convención de las Naciones Unidas sobre la ley del mar (UNCLOS) concierne el alto mar, es decir el 64 % de los océanos, pero se trata más de la regulación de su explotación que de la responsabilidad de cuidarla. Grandes potencias, como los Estados Unidos se oponen a más regulaciones.[6] La situación se revela inquietante. La polución se extiende por el transporte marítimo y el verter de desechos, en particular de plásticos. La destrucción de los corales se acelera. El plancton, fuente de alimentación de muchas especies vivas, desaparece en varias partes de los océanos. La pesca intensiva agota los recursos de pescados y las ballenas están en vía de extinción.

El calentamiento de la atmosfera afecta la capacidad de absorción de C02 por los océanos y provoca el alza de los mares. Esta última empieza a poner problemas en ciertas áreas costales, especialmente para grandes ciudades. Según el Banco interamericano de Desarrollo (BID), América latina y el Caribe serán zonas altamente afectadas en los próximos 40 años, con un alza previsible de 2°, significando pérdidas agrícolas de 30 a 52 mil millones de dólares anuales. El continente debería investir el 2 % de su PIB para reducir la emisión de carbono, es decir 110 mil millones de dólares al año[7].

El agua dulce esta también en peligro, tanto por la utilización masiva de productos químicos en la agricultura, como por la consumación urbana. Cuando más de dos mil millones de personas en el mundo no tienen acceso a condiciones sanitarias mínimas y que cada día algunos 4.000 niños mueren de de enfermedades vinculadas con el agua y el higiene, la privatización de agua sigue, come un dogma de la economía de mercado, a favor de grandes empresas transnacionales de producción de bebidas o de distribución.[8] Ellas producen en condiciones adversa para el medio ambiente y la privatización implica alzas de precios y more exclusión de los más pobres.

 

La construcción de grandes represas para producir hidroelectricidad provoca enormes destrucciones de ecosistemas. Se cito un informe del Banco Mundial, diciendo que durante el siglo de desarrollo de este tipo de fuente energética, entre 40 y 80 millones de personas fueron desplazadas (no existen datos sobre eso, pero si sobre los kwh producidos). Hay un número considerable de proyectos en curso, a pesar de las experiencias negativas de los últimos años. Es el caso en la India y en el Brasil.

La sequia se extiende en zonas especificas, como el Sahel o centro Asia. Se prevé no menos de 200 millones de migrantes climáticos para la mitad de este siglo, si el proceso sigue como hoy. Las consecuencias sociales y políticas de la falta de agua podían ser graves, hasta provocar guerras.

En resumen, no se trata de cualquier problema, sino de un asunto central para el futuro del planeta y de la especie humano. La responsabilidad es colectiva y soluciones son urgentes. El gran desafío para el planeta es la necesitad de producir un nuevo paradigma de desarrollo humano en el planeta. El capitalismo está destruyendo la base misma de su propia existencia y por eso ha terminado su ciclo histórico. Puede todavía provocar daños todavía más graves. Las solucionesparciales que él propone, como la producción masiva de agro-combustibles, la privatización de los elementos esenciales a la vida, como el agua o las semillas, la mercantilización generalizada de la naturaleza para introducir la ley del mercado supuestamente reguladora de la oferta y de la demanda, no bastaran para restablecer el equilibrio entre la tierra y los seres humanos.

Un nuevo paradigma o orientación fundamental es la búsqueda del Bien Común de la Humanidad o del Buen Vivir, implicando una relación de respecto con la tierra, privilegiando el valor de uso sobre el valor de cambio, sin apropiación privada ni de las riquezas naturales, ni de la plusvalía sobre trabajo, estableciendo procesos democráticos, no solamente en la política, sino en todas les instituciones (incluyendo económicas) y en todo las la relacionessociales (también entre hombres y mujeres) y promoviendo la interculturalidad.[9]

 

* Francois Houtart, Dr in sociology and Catholic priest, Personal Representative of the UN General Assembly Chairman in the Stiglitz Commission o­n the World Financial and Monetary Crisis (2008–2009), Professor Emeritus of the Catholic University of Louvain, Belgium. GHA Highest Honorary Title: WORLD HARMONY CREATOR: http://peacefromharmony.org/?cat=en_c&key=513

20/08/12



[1] Another Future is Possible, Document of the thematic Groups, Governo Federal de Brasil, 2012, 16.

[2] Víctor Álvarez, “La trama de la Economía Verde”, América XXI, No. 86 (junio 2012),15.

[3] Brasil do Fato, Año 10, N° 486 (Junio de 2012)

[4] Ver la Declaración de la Conferencia internacional de Pueblos Indígenas sobre Desarrollo Sostenible y Libre Determinación, Rio de Janeiro, 17 – 19 junio 2012

[5]Declaración de la Cumbre de los Pueblos contra el G20, capituloecuador@gmail.com, 21 de julio, 2012.

[6] Sofia Tsenikli, An oceans rescue plan at Rio, Outreach, 19.06.12.

[7]Clarin, 06.07.12.

[8] Prokash Amatya y Nathalie Seguin, Political Will: Not present at the negociations o­n water and sanitation, Outreach, 19.06.12.

[9] Birgit daiber y François Houtart, Un Paradigma Poscapitalista : el BienComún de la Humanidad, Ruth Casa Editorial, Panama, 2012.

 

 

 



Up
© Website author: Leo Semashko, 2005; © designed by Roman Snitko, 2005